Descanso y otros placeres en las playas de CearĂ¡

Publicado el 15/11/2017

Fortaleza, Canoa Quebrada y Jericoacoara invitan a disfrutar de un verano magnífico en las costas de Brasil. Paseos en buggy, exquisita gastronomía y música típica, con el aire del Nordeste.

 

No es Hollywood pero hay un cartel en lo alto de la ladera. No es Manhattan pero su calle principal se llama Broadway. Si en Estados Unidos se tomaran tantas caipirinhas por segundo como en Canoa Quebrada, Los Angeles y Nueva York estarían invadidas por buggies.

 

El origen del emblema de esta localidad costera del estado de Ceará, en Brasil, tampoco hay que buscarlo en ninguna revolución islámica. Es idéntico al de las banderas de Argelia y de Pakistán y ahora se ha trasmutado en gorras, camisetas, pendientes y collares, que se venden en puestitos y tiendas de la calle de nombre teatral. Precisamente, fue una pareja de turistas pakistaníes quienes, sin saberlo, provocaron que en la larga escalera que baja a la playa más céntrica de Canoa Quebrada se formen atascos para tomarse una foto frente al hollywoodense cartel de la medialuna y la estrella.

 

A mediados de los años 80, la pareja visitó este enclave de pescadores, como desde los 70 venían haciendo miles de hippies, y le pidieron al artesano local Chico Eliziário, especializado en esculpir caparazones de tortuga, que grabara su símbolo patrio. A Eliziário le pareció que la estrella y la medialuna eran la representación ideal para el límpido cielo del Nordeste, donde llueve tan poco que, cuando sucede, es una bendición.

 

Como vaticinó aquel cantante también hippie, los tiempos han cambiado. Hoy las tortugas están protegidas, la policía vigila que no se comercialicen langostas con colas pequeñas -menores de 13 cm- y también están a resguardo las falesias, acantilados arcillosos modelados y coloreados a fuerza de viento y agua. Y aquí es donde entra en acción el verdadero rey de la costa nordestina: el buggy, medio de transporte indispensable para surcar dunas y playas. Tomar un buggy en Canoa Quebrada y dejarse llevar por un experimentado conductor hasta Punta Grossa no tiene precio. Eso sí, hay que ir sin gorra para que no se vuele, bien agarrado y lleno de protector solar.

 

Se trata de un espectacular travelling de 35 km que se recorren en menos de una hora, bien temprano, para poder regresar antes de que la marea impida el paso. A la derecha, falesias que cambian de color con la intensa luz del sol, jangadas -típicas balsas con vela-, cabras y jaulas vacías para langotas y cangrejos. A la izquierda, arena fina, extensas playas donde algunos niños juegan al fútbol y un océano, del que las barcas de pesca artesanal sacan los frutos de mar que se pueden degustar en barracas, chiringuitos de comida que se distribuyen por los casi 600 km de costa de Ceará. Como en la barraca Chega Mais, al pie de la escalera de la medialuna y la estrella, donde sirven la deliciosa moqueca de manta raya.

 

Canoa Quebrada se sitúa en el municipio de Aracatí, 160 kilómetros al este de Fortaleza por una ruta de playas como Morro Branco -con sus arenas de colores-, Aguas Belas o Porto das Dunas, donde está el parque acuático Beach Park, a 22 kilómetros de la capital del estado. En el camino se puede hacer alto en algún ingenio azucarero, para probar la raspadura de caña o comprar todos los derivados de la castaña de cajú, desde el fruto seco hasta dulces, miel y licor.

 

Playas en la capital

 

Fortaleza también tiene sus playas. La mejor es Praia do Futuro, un poco alejada del centro de la capital estatal. Después de darse un baño, sentarse en una barraca a saborear cangrejos absorbiendo la esencia de sus cabezas -mezclada con caldo y farofa- es uno de los mejores pasatiempos que se puedan recomendar durante el día.

 

A la tarde, tras pasear por la playa de Iracema o charlar con los pescadores en Mucuripe, los restaurantes del barrio de Aldeota son una buena opción, como las terracitas del Dragao do Mar, el moderno centro cultural de la capital. Para la noche y madrugada, el bar Pirata plantea una curiosa opción, que promociona como "el lunes más loco del mundo": un gran espacio al aire libre, que sólo abre el primer día de la semana y con banda y conjunto de baile propios a ritmo de forró, axé, carimbó o pop, transforma el lugar en una fiesta continua.

 

No obstante, la joya de Ceará está 350 kilómetros al oeste de Fortaleza, en un Parque Nacional. Aunque ya no es la playa secreta de antaño, Jericoacoara sigue conservando un encanto marcado por la dificultad de acceso y, ahora, por su sofisticación. De ser hace dos décadas un pueblo de pescadores sin electricidad ha pasado a ser un destino chic con servicios hoteleros de primer nivel , pero donde los mochileros continúan siendo bienvenidos, especialmente si practican surf. No sólo son bien recibidos sino necesarios, ya que muchos aventureros de múltiples nacionalidades se quedan un tiempo extra para engrosar las filas del personal de los hoteles y restaurantes, donde es fácil encontrar a argentinos trabajando y viviendo la vida.

 

La mezcla entre turistas ricos o mochileros, empleados forasteros o locales se aprecia mejor las noches de los fines de semana, cuando las fiestas de samba, forró o capoeira generan la misma buena onda que se respira alrededor de los carritos, que por 7 reales ofrecen, a metros del mar, caipirinhas de todos los sabores imaginables.

 

Al atardecer hay que caminar pocos pasos desde los hoteles para subir la duna Por do Sol y contemplar uno de los más bellos atractivos de Jeri: la puesta de sol. La base de la duna se confunde con el agua, así que, tras contemplar cómo el horizonte se apaga, uno puede tirarse desde lo alto haciendo skybunda o, simplemente, rodar para acabar hundido en el cálido océano.

 

La puesta del sol también es el momento para que los vigilantes usen sus silbatos y adviertan a los windsurfistas que ya es hora de salir del mar. El mejor lugar para surfear es la playa de Malhada, camino a la famosa roca agujereada Pedra Furada, como si las olas llamaran con fuerza a una puerta invisible.

 

Para entrar o salir de Jeri hay que hacerlo a través del municipio de Jijoca de Jericoacoara, a 25 km. El trayecto se hace por el desierto, en jardinera o 4x4. La buena noticia es que los vehículos todoterreno particulares no pueden circular por el enclave costero y hay que dejarlos en la entrada del pueblo. Pero sí pueden circular los 4x4 de los residentes o de los hoteles y lo hacen cada vez más. Aunque de nuevo el rey buggy entra en acción.

 

"¿Com emocao ou sem emocao?". Lo aconsejable es responder "com emocao", pero entonces hay que agarrarse al buggy con la misma fuerza que en una montaña rusa para que, cuando acelere cuesta abajo de la duna, el emocionado turista no vaya a salir volando.

 

Hay buggies blancos, amarillos, rojos, incluso alguno rosa y en Jijoca hasta llevaban banderolas o propaganda durante la reciente campaña electoral. En Canoa Quebrada, donde se celebra el mejor carnaval de Ceará, los buggies llevan a oasis o dunas, desde donde uno puede tirarse en tirolesa y amerizar en una laguna. En Cumbuco, a 30 km de Fortaleza, conducen a la cercana laguna de Tabuba, uno de los mejores lugares para practicar kitesurf. En Jeri, los buggies aceleran por una de las mejores playas del mundo en dirección al oeste, donde pueblitos como Mangue Seco o Nova Tatajuba quizás estén llamados a ser algún día los nuevos destinos hippies de Ceará.

 

Fuente: Robert Mur para el Suplemento Viajes del diario Clarin

 

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